lunes, 1 de septiembre de 2008

AMOR PROPIO Y AUTOESTIMA


Amor propio y autoestima son elementos importantes para que cualquier persona lleve una vida satisfactoria, la base es la familia. Los padres a través del amor, la aceptación y los cuidados que les proporcionan a los hijos les demuestran lo importante que son para ellos.


Posteriormente conforme se crece, la seguridad, el valor, respeto y satisfacción de uno mismo que es como se le define al amor propio y autoestima, deben estar vinculados con el autoconocimiento. Esto significa saber cuales son tus cualidades y fortalezas pero también tus defectos y debilidades.


Si no te conoces, es porque no te interesas y probablemente no te quieras, pero si te amas, estarás dispuesto a saber de ti, a aceptarte y a trabajar para reforzar todo aquello que te hace sentir completo, pero también eliminar o cambiar todo lo que te limita.
Date cuenta de lo especial que eres simplemente por ser tú , y verás que terminarás por admirarte.


Si finalmente eres una persona dispuesta a enfrentar y solucionar tus problemas, no buscas imitar a nadie, eres creativa, extrovertida, independiente, amigable y amorosa; seguramente es por que tienes un amor propio y autoestima muy positivo y elevado. Pero si no es así, entonces haz lo cambios necesarios y toma el control de tu vida, por que sólo así tendrás el poder para alcanzar lo que desees.


Los resultados se reflejarán en ti: mostrándote como una persona feliz, positiva y segura.
En tu familia conviviendo en paz, aceptándose y queriéndose tal cual es cada uno.
En el trabajo serás más realista, comunicativo, te adaptarás a los cambios; controlando y evitando todo aquello que te estrese.


Y en todas aquellas relaciones personales demostraras que puedes ser un ser humano capaz de dar y recibir.

El amor de sí mismo es bueno cuando consiste en la afirmación de la identidad que Dios nos ha dado: somos hijos de Dios, creados para darnos amorosamente al Padre y a nuestros hermanos. Al descubrir esta identidad somos verdaderamente felices y nuestro corazón se eleva en alabanza y acción de gracias; valoramos nuestra dignidad humana y la del prójimo; desarrollamos nuestra vocación y todo lo evaluamos y empleamos según su fin último que es darle gloria a Dios. "Todo para mayor gloria de Dios"- decía San Ignacio de Loyola.
El falso amor propio, por el contrario, conduce a la persona a centrarse en si misma. Se pierde de vista que existimos para amar y ser amados. Dios y el prójimo se convierten en la competencia. Este amor propio constituye una grave distorsión de la realidad.

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